“Las conexiones entre mujeres son las más temidas, las
más problemáticas y la fuerza potencialmente más
transformadora del planeta.”
Adrienne Rich
Una lectura que hemos disfrutado como si hubiéramos tenido una tarde de café y tertulia con Isabel Allende. Aunque no es otra de sus novelas, conserva su estilo sencillo y fluido a la hora de escribir. Como lo expresamos en nuestra presentación, es un libro donde la feminidad y el feminismo son los protagonistas, atravesando por variados temas que consideramos siempre vigentes. En esta columna, pretendemos dedicarnos a la importancia de los círculos de mujeres, de las redes de colaboración entre nosotras, entre mujeres que hagan parte de diferentes culturas, que hayan vivido historias diversas, mujeres que por el solo hecho de serlo ya tienen al menos, un elemento en común.
Isabel se refiere en varios apartes a la importancia de la solidaridad entre nosotras, la necesidad de apoyarnos en procesos de aprendizaje para fortalecer el amor propio, el conocimiento, respeto y control de nuestros cuerpos, así como la independencia económica, todas, circunstancias que influirán a la hora de disminuir el número de víctimas de toda clase de violencias.
Quizás no todas lo hayan vivido, pero hace muchos años, desde el colegio que era solo para “señoritas” casi siempre liderados por comunidades religiosas, se nos enseñaba a competir, a llegar al primer puesto, a ser la mejor, la más educada, la más bonita, la que mejor tejiera el ajuar para sus hijos y planchar las camisas de sus maridos. Una de nosotras recordó de manera especial una de sus clases de comportamiento y salud cuando estaba en sexto grado de hoy, primero de bachillerato de antes: la profesora Leticia con absoluto convencimiento le enseñaba a sus treinta y dos alumnas, cómo colgar la ropa interior luego de lavarla para que el marido nunca la viera y les recomendaba no dedicarse al acicalamiento personal delante de ellos. ¿Qué pensará hoy la profesora Leticia, si aún vive, sobre las dinámicas en pareja?
Esas mujeres podrían decirnos hoy: ¿círculo de mujeres? ¿mujeres amigas? No hay nada peor que trabajar entre mujeres, somos competitivas, envidiosas, en fin. Y a todas podríamos dejarlas calladas al compartirles experiencias como la de la Fundación Isabel Allende y otras muchas. Hemos aprendido que juntas somos más fuertes, redescubrimos la potencia de una conversación entre nosotras. La literatura femenina: mujeres que escriben sobre la historia, la vida, su vida y otras mujeres, nos hace redirigir la mirada hacia mundos posibles, sentir que no estamos solas, que hay más como nosotras que quieren sentir su fuerza, dejarla salir, expandirse y dar lo mejor de sí. Hemos descubierto que la “sororidad” va mucho más allá de una palabra, que en los tejidos sociales la mujer puede tener siempre un papel protagónico, que es hora de hacernos ver, escuchar, sentir.
Ahora, lo anterior que suena tan bonito, también está cargado de dificultades, obstáculos; no todas las mujeres querrán salir de sus zonas de comodidad, muchas juzgan, acusan, atacan y ello es respetable. Lo mejor del descubrir el poder de los círculos de mujeres para conversar, escribir, leer, tejer, trabajar, maternar, aprender, bailar, cantar, reír y todos lo verbos que queramos incluir, es, a nuestro parecer, ese respetar la individualidad de cada una y a partir de ahí, construir la otredad, esa identidad que nos cobija y puede ser, nos protege de nuestras propias inseguridades para continuar el camino hacia las conquistas propias y comunitarias que hoy soñamos y por las que justamente, hacemos parte de espacios como la Biblioteca Vení las leo.