Según los griegos, el único responsable de que no tengas una “buena vida”, eres tú mismo. ¿Pero hasta qué punto puede ser cierto? Y es que en un país como el nuestro, en el que nos dividen entre perdedores y ganadores, se fomenta más la desigualdad. Una desigualdad, que genera sentimientos de humillación y resentimiento, al no ser reconocido o cumplir con esos estándares que cada sociedad impone para poder ser llamado “exitoso” y por ende tener una “buena vida”.
Michael J. Sandel, en su libro “La Tiranía del Mérito ¿Qué ha sido del bien común?” pone el ejemplo de Estados Unidos, donde ser exitoso se traduce en tener un título universitario. Sin embargo, dos tercios de los estadounidenses no tienen ninguno y, por ende, son proclives a sentirse humillados y no reconocidos.
Por esta razón, Sandel destaca que el mérito deja por fuera los principios, los valores, la solidaridad, dándole prioridad a los resultados económicos y ponderando la prosperidad como un signo de virtud, asignándose el privilegio de distribuir premios y castigos en forma de éxito o fracaso. Asimismo, manifiesta que la manera de pensar el éxito debe ser más acorde con una ética de la humildad y la solidaridad que reivindique la dignidad del trabajo.
Ahora bien, ¿se puede hablar de meritocracia en un país como Colombia? Para muchos tal vez sí, desde el privilegio. Sin embargo, no basta con el esfuerzo personal para obtener todos y cada uno de nuestros objetivos. Hay fuertes componentes sociales y culturales que impiden el ascenso. Por ejemplo, la desigualdad en el acceso y permanencia en la educación es un objetivo que se torna difícil de lograr y más aún en el contexto de la ruralidad.
Por esta razón, mientras no existan condiciones que permitan el crecimiento individual, con vidas dignas y decentes, a las cuales se les otorguen las facilidades para desarrollar sus propias capacidades, no será posible avanzar hacia una verdadera cultura del mérito. Por lo tanto, para que la meritocracia funcione, las sociedades deben crear condiciones que hagan esto posible, en donde se elimine la brecha entre ricos y pobres.
Por otro lado, es necesario resaltar que no se busca que las cosas sean fáciles, sino que sean posibles de lograr, y de comprender que cada persona camina diferente para hacer realidad sus sueños, sea en el ámbito laboral, personal o profesional. La inequidad es una realidad que contribuye a la tiranía del mérito. Y es que el éxito y felicidad individual no requieren únicamente que las personas tengan la libertad de acceder a la comodidad y la distinción, exige que sean capaces de llevar una vida de dignidad y cultura, tanto si entran o no en los parámetros de la meritocracia.
En últimas, debemos poner al servicio de los demás y del bien común los talentos que en un momento nos permitieron alcanzar nuestras metas, para de esta manera promover la solidaridad y la dignidad del esfuerzo colectivo en pro del éxito individual. Una forma de contrarrestar la inequidad.