En su obra “La tiranía del mérito”, Michael J. Sandel plantea una crítica contundente al sistema meritocrático que rige nuestra sociedad. Examina cómo el énfasis excesivo en el mérito individual ha contribuido a perpetuar desigualdades sociales. Así, resulta pertinente analizar este fenómeno en el contexto de las desigualdades raciales en el ascenso social. Este ensayo explorará cómo el sistema de mérito puede amplificar los límites mal trazados que ratifican las desigualdades raciales y obstaculizan el progreso hacia una sociedad más justa e igualitaria respecto a las comunidades y culturas marginalizadas. Pero además, no defiende valores que son importantes en nuestras comunidades ya que fomenta una mentalidad de competencia constante, donde se valora más la victoria individual que la colaboración y el bienestar colectivo.
“(…)en una sociedad meritocrática los ganadores deben creer que se han “ganado” el éxito gracias a su propio talento y esfuerzo (…) Pero, no puede decirse que todo ha sido tan solo cosa de ellos. ¿Y los padres y profesores que les han ayudado a llegar ahí? ¿Y las cualidades y dones naturales que no han sido completamente obra suya? ¿Y la buena suerte de vivir en una sociedad que cultiva y premia las aptitudes que han resultado tener?”
Entonces, el mérito y la igualdad de oportunidades trascienden a ser un mito. El concepto de igualdad de oportunidades se basa en la idea de que todos tienen una posibilidad equitativa de tener éxito si trabajan lo suficiente. Sin embargo, esta noción pasa por alto las desigualdades estructurales y las circunstancias desfavorables que muchas personas enfrentan.
Como bien lo explica Sandel en los siete capítulos de su libro, el sistema de mérito se basa en la supuesta igualdad de oportunidades, pero esta premisa no tiene en cuenta las desigualdades raciales arraigadas en la sociedad, los contextos que se dan en los sectores más desfavorecidos donde existe mucha población afro y las regiones de frontera donde la población racializada y migrante abunda, además, como se ha criticado mucho, su propuesta y análisis está muy centrado en la población estadounidense. Teniendo en cuenta las consideraciones anteriores, las desigualdades históricas y el racismo sistémico generan desventajas persistentes que el sistema de mérito ignora, perpetuando así las disparidades raciales en el ascenso social.
Las personas racializadas a menudo enfrentan obstáculos estructurales que dificultan su acceso a oportunidades educativas, empleo de calidad y movilidad social. El racismo, la discriminación racial y socieconomica y las nuevas tendencias politicas que tienden al fascismo difilcultan las oportunidades de igualdad no solo en Estados Unidos sino en el mundo. Por ejemplo, en Colombia, según cuentas del Departamento Administrativo Nacional de Estadística, DANE, afirma que se requieren cerca de once generaciones de padres e hijos para ascender socialmente en Colombia. Pero la interseccionalidad de los problemas culturales y sociales hace imposible asegurar la no discriminación sobretodo cuando no se han intervenido desigualdades históricas.
A pesar de las afirmaciones de igualdad de oportunidades que promueven los Estados, los apoyos y oportunidades y grandes esfuerzos que realizan diferentes instituciones sin ánimo de lucro, las barreras invisibles y la discriminación racial siguen presentes en los procesos de selección, promoción, ascenso, justicia, etc. Los prejuicios implícitos y las prácticas discriminatorias pueden influir en las diferentes decisiones, limitando así las oportunidades para las personas no blancas. Estos sesgos subconscientes obstaculizan el ascenso social de las minorías raciales, incluso si poseen el mérito y las habilidades necesarias o incluso aunque estos cuenten con otras características y bondades heredadas culturalmente y que los hagan más idóneos para ocupar ciertas posiciones . Lo anterior se ve empeorado por el hecho de que incluso en países como Colombia donde la mayoría de su población no es blanca se mantengan estándares y se establezcan limitaciones impuestas por nociones del primer mundo, es decir, se establezcan parámetros fuera de contexto y así se limite más el acceso a oportunidades a la población racializada.
Las conexiones y relaciones personales pueden abrir puertas a empleos y oportunidades valiosas, pero las desigualdades raciales limitan el acceso de las personas que pertenecen a diferentes etnias a estas redes, lo que perpetúa las disparidades en el ascenso social basado en el falso mérito. De lo anterior, respecto a los criterios para juzgar a quien se le brindan o no oportunidades también juega un papel fundamental preguntarse por quién brinda esos accesos y cómo. Así, el capital social y las redes de contactos desempeñan un papel importante en el ascenso social, la justicia y la equidad y lamentablemente, las minorías raciales suelen tener menos acceso a estas oportunidades.
La meritocracia y la competencia desmedida en la sociedad actual se ha convertido en una carrera desenfrenada por acumular logros y reconocimientos. En la sociedad contemporánea, el mérito se ha convertido en una medida omnipresente del éxito y el progreso individual. Se nos dice constantemente que si trabajamos duro y tenemos talento, podremos alcanzar nuestras metas y disfrutar de una vida próspera. Sin embargo, esta promesa del mérito como igualador y sistema de recompensa justo ha sido cada vez menos objetivo. El mérito se convierte en una visión limitada y opresiva del éxito y el progreso. Si bien el mérito tiene su lugar, es importante reconocer el esfuerzo individual.