Este libro recoge un conjunto de ensayos que la autora ha escrito a lo largo de su vida y es así como recopila en el libro “los hombres me explican cosas” varios temas importantes como lo son las relaciones de poder en torno al género, donde abordaremos algunos de ellos como lo es el mansplaining, término que se le atribuye a Rebeca Solnit pero si bien ella aclara que simplemente empezó a evidenciarlo y denunciarlo como lo hace en el primer capítulo donde narra su propia experiencia con el tema, así que teniendo en cuenta este concepto se explicará para problematizar el contexto sociocultural que nos atañe como lectoras.
El mansplaining traducido al español como los hombres me explican cosas es el tema con el que se hace la introducción al libro pero este no es tema central, aun así se considera que de ahí parten una serie de violencias que si se relacionan con varios de las temáticas que se desarrollan a lo largo del libro, así que se empezará por explicar que el mansplaining es una práctica de los hombres para explicar a las mujeres cosas de manera condescendiente y paternalista, el problema no es que expliquen, sino las intenciones que hay detrás de ello ya que, los hombres se sienten superiores a las mujeres y con el poder de opinar o argumentar aún en temas que las mujeres dominan.
Esta práctica tiene que ver con la violencia de género que históricamente las mujeres han vivido si bien la autora lo menciona haciendo referencia a la guerra que se vivió y se vive en su país, no en todo lugar funciona de la misma manera, y por supuesto que la guerra tiene una estrecha relación con la violencia de género pero esta también es atravesada por distintos factores que la autora no toma en cuenta.
Si bien ella parte de su lugar de enunciación, dejando en claro que es una escritora con privilegios, blanca, estadounidense, deja ver su sesgo al asegurar que “la violencia no tiene raza, clase, religión o nacionalidad” cae en una falacia ya que la violencia que viven todas las mujeres es distinta, precisamente por razones de clase, raza, orientación sexual, nacionalidad, religión, entre otras.
En su mayoría son los hombres quienes efectúan estas violencias hacia las mujeres históricamente ha sido así, sin embargo cuando no se tienen en cuenta las condiciones socioculturales ya mencionadas que son estas intersecciones dentro de las opresiones que viven las mujeres; se cae en el error de pensar que solo hay víctimas y victimarios y que esto es de hombres contra mujeres, cuando esto es una variable que no trata de justificar a hombres sino más bien dejar de ver un problema estructural como problemas de algunos individuos.
En estas intersecciones se puede ver que las categorías hombre y mujer no son universales, por lo tanto existen hombres trans, hombres negros, hombres gays que pueden ejercer violencia, pero también la pueden sufrir. La autora exceptúa a los hombres y trata de ser políticamente correcta cuando se refiere a los hombres para que no se sientan aludidos, reduciendo el problema a subjetividades y excepciones que no son relevantes para analizar el problema real.
Al proponer la interseccionalidad como herramienta de comprensión de las violencias no se pretende defenderlos o exceptuarlos sino más bien denunciar la violencia patriarcal que no es contra los hombres, es contra el sistema que privilegia la masculinidad hegemónica porque gozan de un sistema que los protege y los justifica.
El mansplaining está tan normalizado y aceptado que es incluso difícil de identificar, porque se cree que son los hombres quienes tienen la razón pues son racionales, es así como la credibilidad de las mujeres es algo que hasta hoy en día se cuestiona, se pone en duda, se le da por mentirosa, loca histérica, palabras que de forma despectiva se han utilizado para describir a las mujeres que hablan, que logran vencer el silencio, por esta razón su credibilidad es nula pues se considera que la mujer de seguro carece de razonamiento para hablar con sensatez y al contrario es la emoción, sus fantasías o deseos los que hablan, así que este sería un argumento para seguir permitiendo que sean los hombres quienes lideren la
conversación, aun cuando se trata de nosotras, de nuestras experiencias y de nuestras propias vidas.
Por último es preciso decir que esta práctica es violenta, porque atenta contra nuestra propia capacidad para expresarnos, de opinar, de participar y ocupar espacio en un mundo que se ha encargado de borrar la existencia de las mujeres, como lo hicieron con nuestras abuelas, donde nuevamente fueron los hombres los encargados de nombrar a las mujeres, porque no son propios sino de los padres o esposos, borrando las historias, las vidas de mujeres que nos precedieron, es por eso que ahora nos toca reescribirla.
Así que, para concluir compartimos con la autora el deseo de reclamar nuestros lugares, de nombrarnos con nombre propio, de hablar por sí mismas con la invitación que nos deja la misma.
“Tejer la red y no ser atrapada en ella, para crear el mundo, para crear tu propia vida, para decidir tu destino, para nombrar a las abuelas así como a los padres, para dibujar redes y no solo líneas rectas, para ser una creadora así como deshacedora, ser capaz de cantar y no ser silenciada, retirar el velo y aparecer; todas estas son la banderas de oración que cuelgo yo en la tienda de tender ”