Con luz propia es un libro escrito por Michelle Obama en el año 2022. En este, reflexiona, a partir de sus experiencias, sobre la manera en como ella ha logrado enfrentar las dificultades, no solo en su rol de primera dama, sino también en su vida personal. El libro es un recorrido por su infancia, su juventud y su adultez, en el que la autora se sirve de estas experiencias para mostrar estrategias que ella considera pueden ser útiles para sopesar la incertidumbre.
En la primera parte del texto, la autora nos muestra sus lados más vulnerables, pero a diferencia de lo que para muchos y muchas puede significar, en estos lados oscuros encuentra sus fortalezas. Muchas mujeres compartimos preocupaciones similares, que se convierten en pensamientos temerosos respecto a nosotras mismas, nuestro presente y futuro. A veces, por ejemplo, nos encontramos perturbadas por aquellas cosas que no podemos controlar o por las vicisitudes de los días turbios, a Michelle le pasó y le pasa. Ante eso, ha descubierto en las cosas pequeñas formas para reordenar sus pensamientos, dice que desviar su atención a actividades sencillas como tejer mantiene sus sentidos absortos ante la turbulencia de lo que está por fuera.
¿Por qué sentimos miedo? Se pregunta Michelle. En su acto de reflexión, descubre que es una emoción que nos acompaña desde pequeños, responde, desde su mirada, a situaciones que son novedosas para cada uno. Cuando algo es nuevo creemos que eso que es reciente a nuestros ojos es una amenaza, esto se traduce en una respuesta de miedo, pero, en muchos casos, lo que es nuevo no supone una amenaza para cada uno sino que solo es novedad. Por eso, hemos de tener valentía para enfrentar los miedos, en aras de que no nos impida elevarnos a nosotras mismas.
Es bello ver el proceso que ha llevado esta mujer para encontrarse a sí misma y amarse, con sus altas y sus bajas, con sus miedos, defectos y virtudes. Ella también se ha enfrentado a la sensación de no ser suficiente, de no estar haciendo lo suficiente. Como primera dama y luego como activista, tuvo que cuidar, respaldar, abrazar, sonreír, y ayudar a otras personas, niños, niñas, jóvenes, adultos, ancianos, este trabajo no fue fácil, de hecho, requirió mucha de su energía y tiempo, aun así, ella lo hizo de la mejor forma que pudo, con amor. En los días más pesados, saber que había escuchado a alguien que lo necesitaba, dado un abrazo a quien lo pedía y ver una sonrisa en el rostro de los demás era el mejor regalo del mundo, le daba sentido a todo el esfuerzo.
Pero esto no lo ha hecho sola. En la segunda parte, la autora hace énfasis en las personas que han estado a su lado a lo largo de su vida, y que de alguna u otra forma han influido en la mujer que es hoy. Michelle nos introduce a la red de apoyo que ha sido pilar y roca para ella. Ser una mujer negra y primera dama de los Estados Unidos es un reto inimaginable, no solo por la responsabilidad que recae sobre los hombros, sino también la imagen que representan ella y su esposo en ese lugar de poder. Los y las amigas, por tanto, que en su cotidianidad la mantienen con los pies sobre la tierra, se vuelven fundamentales en su historia, y moldean la forma en como ella entiende el mundo y enfrenta su papel.
Es refrescante, por ejemplo, leer sobre la fuerza de la amistad entre mujeres. Las amigas de Michelle se quedaron y la sostuvieron en medio de las turbulencias sociopolíticas que la ponían en el centro. En este sentido, algo que caracteriza a la autora es la sencillez de caracter; es decir, ella es una mujer en dos opuestos irrebatibles: es mujer y negra, dos categorías que la exponen a la misoginia, racismo y discriminación caracteristicos de muchas sociedades (y que se presenta de formas muy particulares en Estados Unidos) y, al mismo tiempo, es primera dama, es decir, esta, socialmente, en una posición de poder, que le otorga, además, la facilidad de tomar desiciones concerniente a estos fenomenos antes mencionados.
Lo que nos llama la atención es la coherencia de sus valores, antes y después de ser la Michelle Obama que conocemos. Volcándonos nuevamente a sus amigas, nunca se cruzó por su cabeza perder comunicación con ellas, independientemente de las limitaciones y barreras existentes a causa de los elaborados protocolos propios de ser primera dama. Parece banal, pero su forma de explicar que, no importa en qué posición social estuviera, ella quería que las personas en las que confiaba y a las que apreciaba preservaran la imagen de ella, de la amiga que ha sido, da cuenta de cómo su privilegio núnca fue el eje alrededor del que giraba su vida. Esto se manifiesta, también, en su intento por crear más conexiones con personas que puedan entender las etapas de la vida en las que se encuentra: como madre de dos niñas, casi adolescentes, la relación con madres de niñas y adolescentes, es también un puente para verbalizar inquietudes, además de escuchar otras formas de manejar los retos que suponen ser mamá; así, desde la horizontalidad, robustece esa red femenina de apoyo.
Michelle recalca constantemente el peso de la incertidumbre, mucho antes de ocupar el cargo de primera dama, La amistad, para ella, se convirtió en una fuerza que equilibra, que compensa la incertidumbre tan humana que nos caracteriza a todas. A pesar de las diferencias, el encuentro y la conversación con sus amigas son un intersticio en el que ella es vulnerable, en el que ellas son un espejo, una oportunidad para la libertad, para hacer catarsis.
Por otra parte, como feministas, a veces se nos hace fácil simplificar las masculinidades y reducirlas a todos los efectos negativos derivados de la socialización patriarcal y misoginia que permea, todavía, a la sociedad. El amor heterosexual es, también, un campo de batalla, cuando pensamos en los desfases que existen entre la manera en como las mujeres son criadas, con el amor rómatico como fin, como objetivo que alcanzar, como cúspide de lo que nos convierte en mujeres validadas socialmente, y la manera en como son socializados los hombres, con el amor en la última posición de la lista, con con la idea casi imperceptible, borrosa, de cuidado y de vulnerabilidad ante el mundo; con la necesidad fiera de afirmar sus masculinidades, a veces, a costa de las mujeres.
Con el libro de Michelle, entrevemos las posibilidades que devienen del amor entre iguales, donde ninguno está por encima del otro, donde la transparencia y la honestidad son puntos de partida y donde la deconstrucción y el cuestionamiento constantes son posibles. En Barack hay una masculinidad que es esperanza. Ella, a sus ojos, no es una mujer que en algún momento va a llenar el rol de esposa y le va a dar hijos. Ella es una mujer con sueños, con ideas, con ambición, y él está para escuchar y apoyar. A veces decimos que es lo mínimo y que lo mínimo no se debe celebrar, y acá esperamos no hacerlo, pero sí consideramos importante mencionar que se puede ser hombre y subvertir la estructura patriarcal, y a partir de ahí crear relaciones horizontales.
En la tercera parte, Michelle continúa hablándonos del éxito, y cómo muchos de nuestros referentes de mujeres exitosas pueden mostrar una imagen parcial de lo que implica ese éxito; expresa que este debe estar equilibrado y realista para que pueda ser sostenible en el tiempo.
“Nadie alcanza el éxito por sí mismo. Creo que es importante que quienes contamos con ayuda entre bastidores nos aseguremos de mencionarla como parte de nuestra historia” (p. 206). En el capítulo 8, se encarga de mostrar un poco la labor de su equipo, pues reconoce que detrás de su éxito hay personas que contribuyen a este con su trabajo, y esto no se debería omitir en la historia de personas exitosas. Este puede ser un intento por humanizar los procesos, más en esos cargos donde la exposición es mucho mayor, contar solo una parte de la historia nos puede llegar a crear expectativas equivocadas y dañinas. También es un esfuerzo por reconocer que no podemos con todo solas, y que todas las personas, incluso las que más admiramos, necesitan ayuda y eso no las hace menos, las hace humanas.
Más adelante, comenta sobre esos moldes generacionales, y lo complejo que es ser la primera generación en romperlos, puesto que es una situación en la que sobre ti hay tanto orgullo como expectativas, y la complejidad que es mantener ese equilibrio entre luchar
por tus sueños reconociendo el contexto de donde venimos y las ideas que tienen los demás sobre nosotros.
“Tendemos a pensar que estamos más a salvo cuando guardamos nuestras vulnerabilidades bajo llave’’ (p. 213). Esta cita nos habla de las dificultades o barreras que se construyen para ser con el otro; muchas veces, al mostrarnos vulnerables podemos sentirnos solas. Sin embargo, este puede ser un recordatorio para decirnos que no estamos sintiendo solas, y que sentir hace parte de la experiencia humana.
Este texto ofrece reflexiones sobre temas que sin lugar a dudas son de interés para muchas personas, sobre todo, podríamos afirmar, para aquellas que compaginan de múltiples formas con la forma en la que la autora piensa sobre la vida y cómo afrontar las dificultades que esta puede traer consigo. Si lo que quieres es leer un libro de prosa sencilla en el que encuentres motivación y ejemplo de cómo seguir adelante, esta es una buena opción.
No obstante, debemos apuntar que, a pesar de que la autora conoce los problemas estructurales a los que se enfrenta su país (y el mundo), se le escapa en su reflexión el hecho de que dichas condiciones afectan la forma en cómo las personas afrontan los problemas. A partir de sus experiencias, profundamente únicas, Michelle puede caer en la ilusión de que, así como ella tuvo pequeños y grandes golpes de suerte y una red de apoyo sólida que sirviera como eslabón, otras personas en condiciones similares pueden tenerlas, también. Ella es una mujer negra, de clase media en América, que gracias a sus méritos portó el título de Primera Dama. Pero no todos y todas, por sus méritos, pueden llegar tan lejos, no todas las personas tienen la posibilidad de darse tiempo para pensar acerca de lo que les pasa o dedicarse a hacer cosas pequeñas para lidiar con emociones como la ansiedad; para algunas, incluso, es difícil, a pesar de que tengan apoyo y la ligera posibilidad de mejorar sus condiciones de vida. Muchas personas, irrespectivamente del empeño entregado a su futuro, son sobrecargadas con factores externos que actúan como limitantes. Es importante reconocer eso para así buscar soluciones más holísticas, que reconozcan las desigualdades sistemáticas que afectan de forma distinta a todos y todas.