Sobre el cuestionamiento de ser una mujer

Por: Mileidys Pérez Meléndez, Linney Portacio Puello, Teresa Asprilla Soto Club de Literatura Tinta de Maracuyá

El texto de la autora bell hooks ha sido una lectura reflexiva que nos pone a pensar sobre las disparidades históricas en la construcción de la categoría conceptual mujer y cómo éstas están atravesadas por una matriz de múltiples y aplastantes opresiones que incluyen la raza (primer aspecto a considerar), la misoginia, el sexismo, y el clasismo; entre otras.

La autora propone, desde una perspectiva que aborda las complejidades socio- culturales de la dupla raza/género en la experiencia vital de las mujeres negras en los Estados Unidos, un debate que incluye un análisis minucioso de la evidencia histórica con relación a la época colonial y de esclavización, pasando por el panorama más reciente de la mujer negra en el marco de una sociedad legalmente segregada en términos raciales; el imperio del patriarcado en cada ámbito de la vida de las mujeres negras y cómo éstas han ido repensando sus necesidades propias en medio de la poca (o nula) identificación que tienen con el feminismo, en el marco de un movimiento cuya agenda no se ajustaba a sus necesidades específicas. Todo esto dentro de un sistema en el que se entrecruzan el racismo y el sexismo sobre la corporalidad de las mujeres no blancas.

En principio, una de las reflexiones que alcanzamos a concretar alrededor de la lectura versa sobre el miedo como potente aparato de dominación y subyugación a través de una violencia sistemática que adquiere poderosos matices sobre los cuerpos de las mujeres negras, posicionándose no solo sobre el plano físico de la corporalidad, sino que deja profundas secuelas sobre la psique y salud emocional de las mujeres negras de manera transgeneracional. Al respecto del miedo y su relación con el dolor como mecanismo de sumisión y definición de la otredad, hay un pasaje del libro 1984 de George Orwell que lo explica en los siguientes términos:

  • A ver, Winston, ¿Cómo afirma un hombre su poder sobre otro?

Winston pensó un poco y respondió: – Haciéndole sufrir.

  • Exactamente. Haciéndole sufrir, no basta con la obediencia. Si no sufre, ¿Cómo se está seguro de que (esta persona) obedece a tu voluntad y no a la suya propia? El poder radica en infligir dolor y humillación. El poder está en la facultad de hacer pedazos los espíritus y volverlos a construir dándoles nuevas formas elegidas por ti […] (Orwell, George. “1984”).

En ese sentido, para que tal miedo se configurara como un agente paralizante y garante de una necesaria falta de rebeldía; primero se tuvieron que gestar unas condiciones de desigualdad previamente establecidas, que despojaron a las mujeres negras de toda condición de humanidad, pero que no solo las deshumanizó, sino que las “masculinizó”, hasta el punto de reducirlas a meros animales de carga que multiplicaba los dividendos a su amo a través de su exitosa reproducción.

La autora es enfática en que, si bien la raza es un componente crucial a la hora de entender muchas de las violencias que sufrían (y aún padecen) las mujeres negras, es incorrecto hacer un análisis que pueda llegar a ser serio sin abordar el asunto de género, porque la mujer negra es mujer, aunque no se le trate realmente como tal. Así las cosas se puede afirmar que la concepción de la mujer es algo reduccionista y está suscrita a parámetros subjetivos que se desprenden de la blanquitud, que, con su sentido de universalidad, determina los lineamientos de la experiencia humana de manera excluyente.

Por otro lado, se nos muestra que, si bien con los hombres negros se compartía la cuestión de la raza, estos seguían estando en condiciones ligeramente mejores a las nuestras por el hecho de ser un “cuerpo con verga” (pgs. 149-150), parámetro que les permitía sostener con los hombres blancos un “sexismo compartido” (pg. 137), razón por la cual, las mujeres negras no obtenían real protección por parte de ningún colectivo masculino, al ser consideradas como el grupo poblacional más devaluado en el marco de la sociedad estadounidense (pg. 160).

El análisis de la raza y el racismo por parte de numerosos estudiosos, historiadores, antropólogos y sociólogos en Norteamérica, tenía solo en consideración las necesidades de los hombres negros y su búsqueda incesante de una “masculinidad” castrada, tratando en el proceso, de ajustar la experiencia vital de los varones negros a la de los hombres blancos, cuyo poder residía en gran parte; en su rol principal proveedor de la familia y de trabajador asalariado cuya vida transcurría la mayor parte del tiempo en el espacio público y por fuera de la esfera del hogar, y que, es menester mencionar, era un rasgo que no compartían con sus congéneres de color. Al hablar de “negro(s)” se hablaba, siempre y casi sin excepción de dudas, de los hombres negros, nunca de las mujeres.

Así las cosas; la mujer negra siempre ha tenido que entregar su fuerza vital como medio de intercambio económico ya fuera en esclavitud o en libertad, por lo que el sentido del trabajo, los roles de género y la provisión del hogar; adquieren para ellas unos matices diferenciales que complejizan el plano del relacionamiento humano tanto con los hombres de su misma raza, como con las mujeres blancas.

Estos asuntos nos hacen pensar en varios temas como, por ejemplo, el amor afro-centrado cuya apuesta política del colectivo antirracista puede llegar a ser insuficiente en la reivindicación del cuidado y la protección que del que no han gozado las mujeres negras históricamente. En el marco de un “imperialismo del patriarcado” (pg.133), en el cual se fortalecen los lazos hegemónicos de una masculinidad tóxica y violenta contra todas las mujeres (especialmente las mujeres negras) se refuerza el pacto patriarcal entre hombres blancos y negros, del cual las mujeres negras son especiales víctimas.

También creemos que es necesario pensar sobre la necesidad del hombre negro de restringir sus acciones en el marco de los roles de género establecidos por el patriarcado, entendiendo que estos mismos roles se han convertido en una especie de barrera para las mujeres negras, quienes no encajan (y siguen sin hacerlo), en esos roles tradicionales de género, por lo cual las reivindicaciones que persiguen las mujeres negras están en otras líneas.

Existe, además, un reforzamiento de los estereotipos racistas negativos en la asignación de los roles de género para las mujeres negras y que se trasluce en los diversos imaginarios y arquetipos que existen sobre las mismas (la mammy, la zafiro, la Jezabel, la tía Jemima, etc..); cuya razón de ser en la caracterización de éstas se encuentran enraizada en la “mitología misógina” (pg.131).

Es por ello que, si bien la autora considera que “[…] el feminismo (tiene como) objetivo fundamental la liberación de todas las personas” (pg. 37); éste en principio, ni siquiera tiene que ver con las mujeres negras porque ni siquiera las interpela en sus propios contextos, corporalidades, intereses y experiencias vitales diferenciadas en términos de raza, cuyas características principales han generado una brecha histórica que está lejos de cerrarse. De ahí es que se retoma el cuestionamiento sobre ser una mujer.

Para las mujeres negras, ambas situaciones (machismo y racismo) no son independientes la una de la otra porque se es mujer y se es mujer siendo negra. En ese sentido, racismo y machismo tienen consecuencias aplastantes en la vida de mujeres negras porque ambas son violencias estructurales y sistemáticas que se entrecruzan de múltiples maneras en su experiencia vital, haciéndola mucho más compleja de analizar.

Existe entonces, una especie de barrera frente al feminismo como movimiento reivindicatorio de los derechos de la mujer: así en singular, porque se entiende a la mujer desde la blanquitud principalmente, y esta es una de las preocupaciones principales del libro, el cual también propone algunas reflexiones para abordar el problema de la raza dentro del movimiento feminista (capítulos 4 y 5). No obstante, a partir de estas reflexiones por parte de hooks, se nos movilizó el pensamiento sobre algunos otros asuntos, como, por ejemplo, el sentido del trabajo formal-remunerado y la narrativa del empoderamiento femenino a través de la dinámica de producción capitalista.

En este orden de ideas; el sentido el trabajo formal y remunerado, así como la reivindicación de la mujer a ocupar espacios por fuera del ámbito privado y del hogar, han sido pilares fundamentales de la lucha feminista para el reconocimiento de los derechos de la mujer blanca. Así las cosas, el trabajo adquiere otras dimensiones y matices si se analiza desde la perspectiva del cuerpo negro femenino. La creencia de que el empoderamiento de la mujer solo puede medirse mediante la cantidad de dinero que puede producir en el marco de la dinámica capitalista es una visión sesgada. La autonomía tiene que ver con la verdadera libertad para poder decidir, de manera consciente y con igualdad de oportunidades, qué rumbo se le da a la vida.

En ese sentido, la reflexión debería versar sobre cómo, por ejemplo, el trabajo; adquiere otras dimensiones que deben ser repensadas más allá de un empoderamiento del que se sirve el capital. Es necesario no olvidar que el capitalismo a ultranza en que vivimos actualmente tiene profundas raíces en el racismo y la explotación esclavizada de millones de cuerpos de mujeres negras.

A través del ejemplo anterior, y añadiéndolo a las demás reflexiones que se proponen a lo largo del libro, llegamos a la conclusión de que, si bien la lectura nos acerca a las experiencias de la autora y cómo éstas influyen en la construcción conceptual de su obra, tendiendo puentes de empatía que nos regalan una idea sobre el horizonte de las luchas sociales; también nos hace preguntarnos sobre la pertinencia del libro de hooks en la actualidad y en otros contextos por fuera de los Estados Unidos, los cuales tienen sus particularidades históricas y sociales sobre las cuales es necesario empezar a conceptualizar y teorizar.

Finalmente, creemos que existe la necesidad latente de modificar nuestros sistemas de creencias a través de la adquisición y la producción de nuevos conocimientos que se ajusten a nuestras propias necesidades, reconstruyendo en el camino, la historicidad de los procesos y problemáticas sociales que todavía persisten en nuestras sociedades (racismo, clasismo, machismo, etc…), y permitiéndonos abordarlas en nuestros propios contextos, aun cuando nos ayudemos con referentes extranjeros. Este es un punto de partida, el camino toca empezar a recorrerlo.

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