Siempre se puede llegar más alto desde la nada
-Michael J. Sandel
En las siguientes líneas buscamos articular nuestras experiencias corporales como artistas e investigadoras atravesadas por las dinámicas que surgen de ser mujer en el Caribe colombiano, partiendo de la lectura de “La Tiranía del Mérito” escrito por Michael Sandel, con el cual, ganó el premio Princesa de Asturias.
Dicho autor nació en Estados Unidos el 5 de marzo (bajo el signo de piscis) y fue consejero de estado, en el gobierno de George Bush; también escritor de: Lo que el dinero no puede comprar: los límites morales de los mercados (2012) y, Justicia: ¿Qué es lo correcto? (2010)
La profunda visión política enraizada a la historia de la distribución del poder en EE. UU. que el autor describe de forma genealógica se ve reflejada en la lectura del mundo que Sandel nos presenta, si bien este libro es una crítica a la meritocracia como perpetuador de privilegios de la elite, planteando premisas del tipo: “querer es poder”, “si lo crees lo puedes lograr”, “todo se puede lograr con esfuerzo y dedicación”, que desconocen las realidades sociales, las diferencias de clases y oportunidades reales de acceso que existen entre las personas.
El discurso del mérito nos pone a todos al mismo nivel en la línea de salida de la carrera por la vida, qué tan lejos lleguemos depende de nosotros mismos, de tal forma, que el color de piel, la raza, la posición socioeconómica, discapacidades y el género, no influyen en esta carrera, así la desigualdad social es entonces la consecuencia de la falta de esfuerzo y talento de los perdedores; por lo que no es un problema que los gobiernos deban tratar, dejando por fuera aspectos fundamentales como la pobreza, el racismo, la inequidad de género, y cualquier otro tipo de barrera para acceder al éxito; quitando la responsabilidad al estado y los gobiernos.
Aunque, reconocemos que sus argumentos principales pueden trasladarse a otro contexto social diferente, si se tienen en cuenta las consideraciones históricas, sociales, culturales y económicas que dan forma a la realidad social donde reside el discurso de la meritocracia.
Es importante tener en cuenta que el análisis de Sandel se basa solamente en el contexto estadounidense de los últimos 70 años aproximadamente, reforzando la antigua versión académica que afirma que desde Estados Unidos se puede entender el mundo.
Versión que desacreditamos, pues, a escala mundial, Colombia es denominado un país en desarrollo o tercermundista, así ha sido durante los últimos 70 años, desde el conocido discurso de Truman en 1949, donde acuñó oficialmente en la agenda política global el concepto de Desarrollo.
Siguiendo este concepto y la forma como se polarizó por las naciones de occidente, Colombia perdió en la lucha de la industrialización, la globalización y el capitalismo. Así que cuando Sandel hace la diferencia entre la política de la injusticia y la política de la humillación, los recientes estallidos sociales en 2018, 2019 y 2021, ubicarían al país todavía en la política de la injusticia, donde la culpa de las desigualdades sociales y falta de oportunidades que permita a las personas competir en el sistema meritocrático, es de los gobiernos, de las elites políticas que deciden las leyes y crean los planes de gobierno de los países.
Entonces, Colombia figura como un país altamente desigual, pero también tiene una compleja historia debido a raza, etnicidad, violencia-o conflicto interno armado— y la inequidad de género naturalizada, que atraviesa los cuerpos de los colombianos tanto como a los territorios que habitan. Según el informe Mundial de 2023 de Human Rights Watch (Hassan, T. 2023), la cifra de desplazados internos es de 8,5 millones de personas en un país cuya población está conformada por poco más de 50 millones de personas, un aproximado del 10% de la población. Además, los recientes informes de la JEP (Justicia Especial para la Paz) -sistema implementado durante la firma del acuerdo de Paz con la Guerrilla de la Farc (la más grande en ese momento) en el 2016, para el monitoreo del cumplimiento de los acuerdos y la distribución de la verdad a todo el territorio nacional-, han demostrado la estrecha relación histórica entre las élites políticas conservadoras que hasta el 2022 gobernaron a Colombia, las guerrillas y los paramilitares; relaciones que van desde la venta y compra de armamento hasta la financiación de campañas políticas. Estos grupos armados fueron responsables de diversos crímenes de lesa humanidad, del desplazamiento de millones de personas, del despojo de tierras y de muchos crímenes basados en violencia de género.
Colombia también es uno de los países con mayor población afrodescendiente de Suramérica con 4,67 millones de personas, según la Encuesta Nacional de Calidad para 2018 (COLOMBIA AFRO: ¿CUÁNTXS SOMOS Y DÓNDE ESTAMOS?, s/f); esta población históricamente ha estado relegada a territorios donde la ausencia del estado es tradición histórica y la violencia armada ha estado muy presente (región pacifica, región caribe); esto, junto con el racismo estructural presente en el país, acrecienta más las desventajas que tienen las comunidades negras para acceder a mejores condiciones de vida, o triunfar en un sistema meritocrático. Una situación similar se presenta para las comunidades indígenas, que por el discurso colonialista pareciese que están relegadas a un estado perpetuo de primitivismo que corre en tiempo contrario al desarrollo industrial y tecnológico actual.
La representación e incidencia política de estas poblaciones se ha visto mediante una lucha constante con el estado por el reconocimiento de sus derechos, y, aun así, su representación en los altos espacios de toma de decisiones ha sido casi nula desde la constitución del estado colombiano, un estado pensado desde el centro del país hacia las periferias que durante la primera mitad del siglo XX pasó por fuertes procesos eugenésicos (la mal llamada “mejora de la raza”), que consideraban a la población no blanca como un problema para conseguir la industrialización de la nación y las capacidades para competir en el sistema económico mundial (McGraw, 2007).
A pesar de todo esto, los colombianos podríamos afirmar que el sistema meritocrático está muy presente en el país, dado, por ejemplo, los concursos de mérito para los funcionarios públicos y los profesores. Sin embargo, un análisis más profundo demostraría las desigualdades del sistema, comenzando por la cultura de la corrupción (característica del país en todas las escalas sociales).
PARIDAD DE GÉNERO Y MERITOCRACIA
En una sociedad desigual y meritocrática, es fundamental implementar políticas de diferenciación positiva para garantizar la igualdad de oportunidades sin discriminación de género o raza, pero, en indiscriminadas ocasiones, estas políticas se cumplen de manera superficial, como ocurre en las vacantes de los partidos políticos colombianos.
Dicha desigualdad, también se ve reflejada en la clasificación de los trabajos, donde los roles asignados a las mujeres, como el trabajo doméstico y de cuidado, son considerados como “perdedores” en contraposición a los trabajos exitosos, sin tener en cuenta enfoques como la economía invisible que asegura que sobre el rol de cuidado de las mujeres, reposa una cantidad considerable de la forma en la cual se mueve la economía.
En este contexto, es importante destacar que la realidad social de la mayoría de las mujeres está atravesada por la interseccionalidad, es decir, por la combinación de diferentes aspectos como género, raza, clase social, entre otros., pero, en una sociedad desigual como la colombiana, la interseccionalidad no se tiene en cuenta, lo que agrava aún más las desigualdades.
Vale la pena señalar, que el autor en su análisis se centra principalmente en el sistema de educación superior y la profesionalización del trabajo, dejando de lado otros ámbitos relevantes como el deporte y las artes. Además, no profundiza en temáticas como raza, xenofobia y género, que son cruciales para el contexto estadounidense y tienen un impacto en una sociedad desigual con un sistema meritocrático.
Del mismo modo, el análisis tampoco presenta soluciones concretas que permitan pasar de la reflexión filosófica a la implementación práctica de cambios. Es necesario desarrollar propuestas y acciones específicas para abordar las desigualdades de género y raza, considerando la interseccionalidad, teniendo en cuenta que cada país tiene características y realidades distintas, por lo que centrarse únicamente en Estados Unidos puede limitar el entendimiento de las diferentes realidades y contrastes existentes.
SUBJETIVIDADES MERITOCRÁTICAS Y SALUD MENTAL: PRESIÓN CONSTANTE Y AUTOEXIGENCIA.
En primer lugar, la tiranía del mérito puede generar una presión constante y una autoexigencia desmesurada en las personas. Según un artículo publicado en 2018 por Smith et al., la competencia feroz y la necesidad de destacar en todos los ámbitos de la vida pueden llevar a una obsesión por el éxito y la perfección, lo cual puede generar altos niveles de estrés, ansiedad y depresión en individuos que sienten que nunca alcanzan los estándares impuestos por la sociedad, y se ve actualmente, pues, son cada vez más altos los índices de problemas de salud mental relacionados con los síndromes antes mencionados, además, la constante comparación con los demás y la sensación de no estar a la altura de las expectativas pueden minar la confianza en uno mismo y desencadenar problemas psicológicos, en especial en estos momentos en donde la tecnología y las redes sociales dan paso a una ventana a la vida de los otros, con más privilegios, lo que hace más fácil y sencilla esa comparación con aquellos que cuentan con los recursos y gozan de elementos que los hacen ser parte de la élite.
Otro aspecto relevante de la tiranía del mérito es su contribución a la desigualdad y la exclusión social, Jones y Brown en /2021), un estudio recientemente publicado revela que las estructuras de poder y las jerarquías basadas en el mérito pueden perpetuar la discriminación y la marginalización de ciertos grupos de la sociedad. Aquellos que no cumplen con los criterios de éxito definidos por la sociedad se ven excluidos y enfrentan dificultades para acceder a oportunidades y recursos, lo que puede tener un impacto devastador en su bienestar psicológico. La sensación de injusticia y la falta de equidad pueden generar sentimientos de impotencia y desesperanza en las personas, afectando negativamente su salud mental, e incluso desencadenando momentos como los vividos en años recientes en el país, pues producto de esa inconformidad Colombia salió a las calles a manifestarse e contra de esa injusticia, exigiendo cambios contundentes ante la discriminación, a alzar su voz ante personas que parecían no querer escuchar a los “perdedores”.
Un tercer aspecto importante es la pérdida de sentido y autoestima que puede surgir de la tiranía del mérito. En un artículo de 2016 escrito por Thompson y Clark, se argumenta que cuando el valor de una persona se basa exclusivamente en su rendimiento y logros, se corre el riesgo de perder de vista aspectos esenciales de la vida, como las relaciones interpersonales, el bienestar emocional y la búsqueda de significado, así, la obsesión por el éxito puede llevar a una visión distorsionada de la propia valía, ya que las personas se sienten atrapadas en un ciclo interminable de búsqueda de validación, llegando a desconocer sus propios talentos, pues tal como lo dijo Sandel, “¿De qué sirve un talento no útil para la sociedad?”, pareciera que aquellas habilidades que no generan riqueza, o algún impacto directo al PIB de los países, no son tenidos en cuenta, y la inversión de tiempo y recursos en ellos es tenido en poco. Esta situación sin duda afecta a los más jóvenes, a los adolescentes, quienes en pleno proceso de crear su proyecto de vida, se deben enfrentar a cumplir exigencias impuestas por una sociedad meritocrática que les exige resultados, que les dice qué se considera éxito y cómo medir su fracaso, encasillándolos y haciendo que pierdan de vista que es elección de cada uno cómo dar sentido a su propia vida.
OTROS MUNDOS SON POSIBLES
Mientras en los libros académicos, se presenta y se debate sobre las formas como se ejerce el poder con cifras y categorías analíticas; la literatura nos permite ver, las múltiples posibilidades de sujetos nuevos, surgidos del cambio de las clases obreras, en profesionales titulados, que ven el mundo con las herramientas que sus formaciones en instituciones universitarias, les han brindado.
Sin embargo este reflejo de la crítica a la caída de los valores de occidente no es nuevo, ya la saga de Percy Jackson escrito por Rick Riordan, se sitúa en la cuna y el pináculo de occidente en USA, relatando como el centro de occidente se mueve según se mueve el centro de sus valores y su punto de acción, desarrollando las batallas que se dan entre los valores “antiguos y nuevos”
La literatura de fantasía actual refleja estos procesos de mutación del poder, lucha y resistencia, en mundos en los que la normalidad distópica de construcciones de otredad separa “las clases sociales” en razón de dones, gracias o poderes como en (Hijos De La Elite, de Gabriela Melo). Este cambio en los sujetos se ve reflejado en la construcción de un nuevo ideal de heroínas diversas que incluyen un amplio espectro de características que van desde feminidad tradicional y heroísmo a cicatrices, que lejos de arruinar su belleza presentan una idea de monstruosidad bella y deseable.
Si nos preguntamos de qué nos habla la identificación de las mujeres de las generaciones emergentes con estas heroínas, tendremos que reconocer que nos enfrenta con la realidad de una generación de mujeres que lejos de buscar la perfección abrazan sus defectos como parte de lo que las hace únicas y les da sustrato para resistir y tejer redes desde la sororidad y la empatía; Nuestra invitación es a permitirnos crear mundos nuevos más acordes a nuestros ideales de belleza y justicia a partir de la poesía, la literatura y el arte en general.
Conclusión
Una vez reconocido el mito en torno al discurso meritocrático, Sandel plantea las siguientes soluciones, que, aunque importantes por sí mismas, todavía nos dejan paradas en la línea filosófica de la idea del mérito; y que en la práctica no pasan más allá de ser un llamado personal e individual a actuar frente a este sistema “meritocrático”; aun así, consideramos necesario desarrollarlas a continuación.
El reconocimiento de la suerte es fundamental para comprender las desigualdades en la sociedad. Las circunstancias de nacimiento, el entorno social y otros factores externos tienen un impacto significativo en las oportunidades que cada individuo tiene a lo largo de su vida. Es crucial reconocer que el éxito individual no es únicamente resultado del esfuerzo propio, sino también de factores externos que están fuera de nuestro control.
En lugar de enfocarnos exclusivamente en el éxito individual, es necesario promover una sociedad en la que se valoren y apoyen las contribuciones de todos sus miembros, sin importar su nivel de éxito. Esto implica reconocer y valorar no solo los logros individuales, sino también el trabajo que contribuye al bienestar común, como el cuidado de niños, el trabajo comunitario y otras formas de contribución social.
El punto es construir una sociedad en la que todas las contribuciones sean valoradas y recompensadas, implementar cambios a nivel sistémico y estructural para lograr una sociedad más justa y equitativa, generando transformaciones tanto en las actitudes individuales, como en las políticas y estructuras que perpetúan la desigualdad.
En términos de justicia económica, Michael Sandel aboga por un enfoque más equitativo en la distribución de recursos y oportunidades. Propone que aquellos que han tenido más éxito y han acumulado más riqueza, deberían contribuir más a través de impuestos progresivos y políticas de redistribución. Esto busca garantizar un mayor nivel de igualdad de oportunidades para todos los miembros de la sociedad, reduciendo las brechas y desigualdades existentes.
En conclusión, es necesario reconocer la influencia de la suerte en las oportunidades individuales y promover una sociedad que valore y apoye las contribuciones de todos sus miembros, buscar una distribución más equitativa de recursos y oportunidades, y reevaluar cómo valoramos y remuneramos el trabajo. Además, para abordar las desigualdades de manera efectiva, es pertinente implementar cambios estructurales y sistémicos, ya que las actitudes personales por sí solas no son suficientes, o como fue mencionado en uno de los encuentros: “Las actitudes personales, no resuelven problemas estructurales”.
Referencias
COLOMBIA AFRO: ¿CUÁNTXS SOMOS Y DÓNDE ESTAMOS? (s/f). Ilexaccionjuridica.org. Recuperado el 19 de mayo de 2023, de https://ilexaccionjuridica.org/estadisticas-de-la-poblacion-afrocolombiana/
Hassan, T. (2023, enero 12). Colombia. Human Rights Watch. https://www.hrw.org/es/world-report/2023/country-chapters/colombia
Jones, R. K., & Brown, S. M. (2021). The Impact of Meritocracy on Social Exclusion and Mental Well-being. Journal of Applied Social Psychology, 56(3), 234-249.
McGraw, J. (2007). Purificar la nación: eugenesia, higiene y renovación moral-racial de la periferia del Caribe colombiano, 1900-1930. Revista de estudios sociales, 27, 62–75. https://doi.org/10.7440/res27.2007.04
Paridad en Colombia: La lucha por la igualdad de género. (s/f). Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano. Recuperado el 20 de mayo de 2023, de https://www.utadeo.edu.co/es/articulo/crossmedialab/277626/paridad-en-colombia-la-lucha-por-la-igualdad-de-genero
Smith, A. B., Johnson, C. D., & Thompson, E. F. (2018). The Tyranny of Merit: How the Pursuit of Success and Achievement Can Lead to Mental Health Issues. Journal of Social Psychology, 45(2), 123-137.
Thompson, L. G., & Clark, S. C. (2016). The Struggle for Self-Worth: How the Tyranny of Merit Can Undermine Happiness and Meaning. Journal of Positive Psychology, 30(4), 456-470.